Puedo leer en el DRAE que una carajada es una “necedad, sandez”; así que, por simpatía bucólico-pastoril, podemos aceptar “carajal” como sembrado de carajadas, lo cual que nos viene de perlas esta primavera tan lluviosa y fresca, florida y fermosa como ya no recordábamos mucho tiempo ha. Así pues, miro por la ventana a los barbechos de mi vecindad, restos baldíos de la burbuja inmobiliaria, y reconozco en su caótica feracidad una alegoría muy buena para la voz carajal que, pese a todo, es término de muy antiguo uso en la Andalucía profunda, tan profunda que a ratos resulta casi irreconocible para los propios andaluces. De hecho, lo que más llama la atención de un carajal, como de cualquier barbecho, es que todo es consuno y para poder explicarlo no encuentras por dónde empezar; es como intentar copiar El Quijote en la superficie de un charco esperando que los renacuajos te lo vayan declamando por turnos de edad.
Echémosle la culpa a Rusia, al malaje del oso de los Urales, que nos ha gafado y nos tiene en el punto de mira de sus agentes desestabilizadores en el muladar de las redes sociales. Ha sido aproximarse el inicio de su Mundial de fútbol y vamos a ver destituidos el mismo día al seleccionador nacional y al ministro de cultura y deportes, rutilante estrella del espectáculo de un gobierno espectacular que llegó hace diez días a marcha legionaria, buscando quedarse, y ya está perdiendo fuelle por todas sus costuras. Hasta dicen las malas lenguas que vamos a tener una rueda de prensa presidencial que esperemos que en este día de locos no acabe como alguien, con buen conocimiento del gafe español, ha escrito acertadamente en Twitter, a saber: (Javi Sancho dixit) “Verás que nos liamos y acaba Lopetegui en la cárcel, Urdangarín de ministro y Maxim Huerta de seleccionador. No estamos preparados para tanto movimiento en una mañana”… Desternillante, ¿verdad? Pues lo peor es que la situación patria es tal que hasta parece probable que así ocurra. Total, con lo que llevamos aguantado, un poco más curte más que escuece.
Pero, bien mirado, con la moción de censura hemos conseguido algo muy de izquierdas: la internacionalización de lo patrio. Hemos pasado de poder echarle la culpa a las meigas gallegas, que existir no existen, pero haberlas hailas, a poder echarle la culpa a la Madre Rusia o a Florentino Pérez, que para el caso nos quedan igual de internacionalmente lejanos. El caso es que, desde Zapatero a esta parte, hemos entrado en una suerte de picado en barrena en el que a cada vuelta escuchamos a alguien soltarla más gorda, así: La Sexta sustituye al Congreso de los Diputados cuando le peta y la deja espacio el oráculo de Ferreras; RTVE sustituye al NODO cada vez que toca, es decir, a casi todas horas; el PP despotrica porque todavía no se ha dado cuenta de que nuestra democracia no se rige por un sistema presidencialista; Podemos se enfada porque ni rebajando sus exigencias a la mínima expresión coge cacho; el PNV se esconde porque, habiéndole robado la cartera a dos al mismo tiempo, teme que le paguen doble y tenga que devolverlo con intereses de demora; Izquierda Unida no acaba de encontrar con quién unirse establemente más allá de un revolcón de una noche; las confluencias hace tiempo que no confluyen para no llamar la atención de la concurrencia, que es la que paga sus facturas; un juez acusa de rebelión a un prófugo en Bruselas y Bélgica, acordándose de D. Juan de Austria, se nos pone flamenca y quiere empapelarnos al juez por ser español, y mucho español… Lo que digo, todo un carajal.
¿Pero qué se puede esperar de un imperio al que le montó su leyenda negra un tal Fernández…?; pues lo que ha pasado, que no sólo ha durado la jodienda cuatro siglos sino que, además, ha creado escuela entre todos los fernández de esta vieja piel de toro, con o sin chaqueta de pana, descamisados o con camisa de fuerza, en la foto o fuera de ella, los conozca la madre que los parió o los reconozca el padre que los hizo. Así, en un apretado viaje al centro que parece el bálsamo de fierabrás del gatopardismo político hispano: la otrora izquierda se teme de “Socialistas”, la derecha se llama “Populares”, la que parecía más izquierda se vende “Unidos” (unas veces a unos y otras a otros), la nueva izquierda se dice “Podemos” y la otra nueva izquierda, que tropezó y cayó en la derecha, se tilda de “Ciudadanos”; y tal es el carajal que se ha montado en ese camarote de los hermanos Marx que es el concurrido centro político español, que cuando uno mira y les ve tan junticos y tan de acuerdo en lo que ningún necio estaría jamás en desacuerdo, su nómina, uno puede leer de corrido “socialistas populares unidos podemos ciudadanos”, lo que traducido a román paladino bien podría significar SOCIALISTAS Y POPULARES UNIDOS PODEMOS CON LOS CIUDADANOS, lo cual queda muy lapidario, pero meridianamente cierto a tenor de los hechos.
Excuso decir lo que se le va a montar a nuestro Excmo. Sr. Pte. Sánchez cuando el dique de contención de la lentitud de la justicia carpetovetónica reviente y empiece a escurrirle mierda desde su Ministerio de Hacienda, para abajo, que con eso de que hacienda somos todos no va a ver hijo de vecino que se libre de su parte alícuota de pinchazo de la Burbuja Sanchista. Eso sin ánimo de malmeter, porque si uno fuera un poco cabroncete, recordaría que los aldeanistas catalufos están cogiendo bríos renovados gracias al carajal político español y, por qué no decirlo, a haber recuperado el oxígeno presupuestario por obra y gracia del gran talante, sin talento, del Consejo de Ministras y Ministros del Reino de todas las Españas, más modernamente renombrado por nuestro ínclito presidente como plurinacionalidad de España; porque si digo algo de eso, voy a tener que centrarme en la subida imparable de VOX en las encuestas de intención de voto y la alta probabilidad de que a algún carajote, harto de tantas carajadas ajenas, le dé por mandar al Estado al carajo y nos veamos de romería camino a una fiesta de palos; que no es bueno olvidar que España es una Nación con arranque de burro y parada de caballo.
Ahora bien, ¿queda esperanza para un país con todos sus partidos políticos teóricamente de centro, y prácticamente de derechas, en el que los ciudadanos de izquierdas que anhelan la reconstrucción de la Izquierda abominan de llamarse tal cosa? Desde luego, todo es posible en el país de la picaresca en el que todavía quedan charlatanes de oficio capaces de venderte un peine como si fuera el estabilizador de cola de un transbordador espacial. ¿Acaso no tenemos un ministro astronauta que iba a aterrizar en naranja e, in extremis, ha sufrido lo que en astrofísica se denomina un “corrimiento al rojo”, o sea, un enfriamiento más o menos paulatino? A estas horas, mis amigos del CSIC de Granada, con la retranca que gastan, estarán haciendo gracietas con la evolución natural de una gigante naranja hacia una enana roja; pero esa broma a mí me fastidia bastante puesto que, aunque no se mucho del caso, alcanzo a recordar que el final de toda enana roja es seguir enfriándose hasta su violenta implosión, génesis directa de un avaricioso agujero negro que lo engulle todo, hasta la poca luz que nos pueda quedar al común de los mortales.
Espero, por nuestro propio bien, que esto se quede en la chufla de un desocupado que anda algo perdido entre tanta carajada y tanto carajote que tienen subsumida España en un carajal a punto de mandarla al mismísimo carajo.
¡Carpe diem!